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Acuérdate de decirle eso a mi esposo, cuando te pagué.

Me encontraba en la cocina, aun vestida con mi bata casera, sin más nada abajo, recién levantada, bien molesta, ya que la mitad de la casa se encontraba sin electricidad, cuando llegó mi esposo con un joven que según mi marido el tipo era electricista.

De la misma manera que mi esposo apareció y me dijo. “Él es, quien va a arreglar el problema de la electricidad.” Tras despedirse y darme un ligero beso en la mejilla, así mismo salió de la cocina, por la puerta que da al patio trasero y la casa de nuestros vecinos, dejándola abierta, para irse a trabajar, con la excusa de que iba tarde.

Por lo que yo me quedé con el chico ese, explicándole, que de momento se fue la luz en la mitad de la casa.

Aparte del mal rato que estaba pasando por lo de la falta de electricidad en la mitad de la casa, yo estaba bien brava y molesta con mi esposo, ya que temprano apenas se despertó, se le ocurrió hacerme como él los llama, un rapidito.

Solo que como de costumbre, a mí me dejó a medio camino, maldiciendo esa mala costumbre de él, y para colmo tras venirse dentro de mi coño, se levantó de la cama, se dirigió al baño para ducharse.

Mientras que yo, acostada en la cama, con media pijama puesta, con mis piernas abiertas y mirando el techo de nuestra habitación, maldecía por dentro a mi esposo.

Yo tuve que esperar a que él saliera de la ducha, para aparte de darme un buen baño y asearme bien, ya que no hay cosa que más me incomode, que él se venga dentro de mí, sin tan siquiera esperar a que yo pueda satisfacerme, aunque sea un poquito.

Por lo que lo cierto es que estaba tan, y tan insatisfecha con mi esposo, que hasta pensé en volver a serle infiel con alguno de mis compañeros de trabajo.

Pero para completar el mal comienzo del día, surgió lo de la falta de luz en la mitad de la casa, lo que hizo que me enfureciera y molestara más aun, con mi esposo, ya que yo llevaba varios días diciéndole que pasaba algo malo con la electricidad de la casa, pero no él tuvo que esperar a que pasara lo que pasó, para llamar a un electricista.

Así que a pesar de lo mal que me sentía, tuve que mostrarle al electricista, donde estaba la caja de la luz, pero estaba tan brava con mi esposo, que no me di cuenta de que algunos de los botones de mi bata no los había cerrado.

Por lo que el joven electricista, a medida que yo le hablaba, no quitaba sus ojos de encima de mí coño, ya que, sin intención alguna de mi parte, se lo estaba mostrando todo a él.

Cuando me vine a dar cuenta de la situación, quizás por el mismo mal rato que estaba pasando, actué como si nada hubiera sucedido, y el electricista, de inmediato se hizo el desentendido.

Lo que me pareció apropiado, pero cuando él me preguntó, al tiempo que abría la caja de la electricidad ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Yo sin pensarlo realmente, me paré frente a él, y coloqué mis piernas algo separadas.

En ese instante, me di cuenta de dos cosas, una era de que, de seguir así, nuevamente le permitiría al tipo ese, observar todo mi coño, y de lo otro que me di cuenta fue que la puerta que da al patio trasero de casa se encontraba abierta de par en par.

Pero como estaba tan molesta con mi esposo, que realmente no me importó mucho lo que pudiera, o no vérseme, o quien me pudiera llegar a ver medio desnuda.

Así que me paré frente a la nevera, y separando mis piernas un poco más, comencé a decirle, lo que sucedía, al mismo tiempo que abrí la puerta de la nevera, para mostrarle que no estaba funcionando, para de inmediato cerrarla.

Él seguramente puso algo de atención a la caja de electricidad, que se encuentra al lado de la nevera, hasta que nuevamente fijó su mirada entre mis piernas, ya que mi bata se volvió abrir, dejando ante sus ojos mi desnudo coño.

En ese instante, sentí sus ojos clavados en mi coño, y acordándome nuevamente lo que mi marido me había hecho, no sé precisamente cómo se me ocurrió, pero de manera distraída comencé a pasar mis dedos de forma seductora, por entre los labios de mi vulva, con la certeza, de que el chico tenía sus ojos bien clavados en mi coño.

Yo estaba más que segura que el electricista me estaba observando, por lo que cuando lo escuché decirme. “Señora usted perdone, lo que le voy a decir, y si le incomoda me retiro.”

En ese instante, por su suave manera de hablar, pensé. “La regaste, el tipo es maricón.” Pero al escucharlo decirme. “Señora usted tiene un coño que provoca mamarlo.”

No me quedó duda alguna, de que, sin salir a buscarlo, había encontrado quien apagase el fuego que sentía entre mis piernas.

Yo actuado de la manera más puta, y seductora que pude, le respondí. “De seguro, eso se lo dirá usted a todas las mujeres, a las que les arregla la corriente.”

De inmediato me respondió, diciendo. “Si usted me lo permite aquí mismo le mamo el coño, para que vea que no hablo por hablar.”

Por un segundo me quedé pensando que hacer, y lo único que se me ocurrió, fue abrir más mi bata, asegurándome que mi coño quedase al alcance de su boca.

De inmediato sentí primero sus gruesos dedos, acariciando mi depilado coño, y a los pocos segundos su boca, y lengua entrando en pleno contacto con la piel de mi vulva.

Sus brazos me sujetaron las piernas, sus manos, las coló bajo mi bata colocándolas sobre mis nalgas, apretando todo mi coño y mi cuerpo, contra su cara, y a medida que comenzó a lamer, chupar, y mordisquear divinamente todo mi coño, yo abrí mucho más mis piernas.

El placer que me produjo la boca de ese tipo fue tremendo, sentía sus labios contra los de mi vagina, su lengua lamiendo dentro de mí y hasta sus dientes mordisqueando mi inflamado clítoris.

Por un buen y largo rato, estuve disfrutando de la salvaje mamada que me daba el electricista, hasta que no pudiendo aguantar más, finalmente disfruté de un tremendo y mojado orgasmo, y a medida que continué gritando de placer, de mi coño salió un fuerte chorro de mis fluidos vaginales, como hacía mucho tiempo no lo disfrutaba, ni me sucedía.

Yo quedé como si estuviera ebria, pero de sexo bien deseosa de continuar. Por lo que ya como estaba prácticamente desnuda, simplemente dejé caer al piso mi bata casera, y tras ella me tiré a su lado.

Manteniendo mis piernas abiertas invitándolo a que me penetrase. En cosa de segundos, él se ha quitado los pantalones con gran habilidad, y con ellos, el largo interior bóxer, que estaba usando.

De inmediato vi su grueso y venoso miembro dirigiéndose directamente al centro de mis piernas.

Su saliva, así como el flujo de mi coño, permitieron que su verga se deslizase suave felizmente dentro de mi coño al momento de penetrarme.

El placer que volví a sentir fue descomunal, además no podía creer que, en el medio de mi propia cocina, le estuviera siendo infiel a mi marido.

A diferencia de los maldecidos rapiditos de mi esposo, el electricista se tomó su tiempo. Al principio sentí como deliciosamente esa gruesa y venosa verga de la que era dueño, me fue penetrando, sin prisa, despacio, y como decía una vieja canción. “Como quien llega para quedarse.”

A medida que él me fue penetrando, contrario a lo que regularmente me pasa con mi esposo, que procuro mantenerme callada y en silencio.

Debido a lo súper excitada y caliente que me encontraba, no tan solo gemí de emoción, sino que grité, reí y hasta lloré, pero de placer, mientras que continuaba sintiendo divinamente como entraba y salía toda su sabrosa verga dentro de mi coño, una y otra vez.

Perdí la noción del tiempo, lo único que deseaba era poder seguir continuando, teniendo sexo, con él.

Yo me movía como hacía mucho tiempo no lo hacía, restregando todo mi coño contra su cuerpo, buscando sentirlo más, y más adentro de mí.

Mientras que mi repentino amante, me sujetaba con fuerza entre sus brazos. No fue hasta que él me propuso cambiar de posición, que volví a darme cuenta de que ambos estábamos en el medio de mi cocina, y que la puerta que da al patio, y a la casa de nuestros vecinos, se encontraba completamente abierta.

Sentí como su verga salió de mi coño, y de inmediato sin importarme mucho donde nos encontrábamos, me di media vuelta, me recosté boca abajo, y casi de inmediato volví a sentir el sabroso placer de ser penetrada por la verga del. Deliciosamente la volví a sentir como se deslizaba dentro de mi vulva.

Mientras que sus manos sujetándome fuertemente por las caderas me pegaban una y otras veces contra su cuerpo.

Yo a los pocos segundos nuevamente gritaba de placer y felicidad, a medida que mi amante, continuaba acariciando con sus manos, mis tetas, mis nalgas, e introduciéndolas dentro de mi coño, al tiempo que su verga no dejaba de entrar y salir de mi cuerpo.

En varias ocasiones a medida que continuaba enterrándome divinamente su verga, lo escuché decirme que también tenía un hermoso culito, y que deseaba enterrarme su verga, al tiempo que con sus dedos fue dilatando mi esfínter.

Con mi esposo, puedo contar con los dedos de una mano, y aun puede que me sobre más de un dedo, las veces que me ha dado por el culo.

Y siempre ha sido porque me ha agarrado durmiendo una borrachera. Pero contrario a las muchas negativas, que le he dado a mi esposo, cuando insistentemente me ha pedido que le dé el culo. Pero cuando mi amante me dijo eso, de inmediato le dije que cuando él quisiera.

Quizás por lo morbosa de la situación, me apretó mucho más contra su cuerpo, y les juro que pude sentir el caliente chorro de su leche inundando todo mi coño por dentro.

Por un buen y largo rato ambos no dejamos de movernos, yo buscando sentir más, y más su dura verga dentro de mí, y él enterrándomela con mucha mayor fuerza, hasta que los dos quedamos completamente agotados sobre el piso de la cocina.

Pasó un buen rato, y ambos nos fuimos poniendo de pie, sin decir nada, lo tomé de la mano y lo conduje a mi propia cama, antes cerrando la puerta de la cocina, no fuera a ser que mi amiga y vecina debido al alboroto que yo había armado le diera curiosidad, y quisiera entrar a mi casa para averiguar qué sucedía.

En mi vida las veces que le he sido infiel a mi esposo, siempre ha sido fuera de casa, pero no sé qué me llevó a llevarlo directamente a nuestra habitación, donde apenas nos recostamos sobre la misma cama en la que duermo con mi marido, yo me dediqué, como nunca se lo he hecho a mi esposo, a mamar la verga de mi amante.

Puedo decir que, en fracciones de segundos, aquel mustio miembro, dentro de mi boca, al comenzar a chuparlo, como una loca, volvió a tonificarse.

Por espacio de varios minutos continué mama que mama. Me encontraba tan y tan segura en mi propia cama, que realmente poco me importó que mi propio esposo o mi vecina me fuera a descubrir, siéndole infiel a mi marido.

Yo chupaba, y relamía toda su verga, con mi boca, labios, lengua y hasta con mis dientes. Hasta que él dándome una sabrosa nalgada, me hizo saber que deseaba enterrármela por el culo.

Yo dejé de mamar su verga, y dándole un beso en su colorado glande, me coloqué en posición, no sin antes agarrar un poco de vaselina y embadurnar mi agujero.

Lo cierto es que cuando comencé a sentir que su verga se abría paso dentro de mi apretado esfínter, unas cuantas lágrimas se me corrieron por mis mejillas.

Pero una vez que toda su verga se encontró dentro de mi cuerpo, yo comencé a mover mis caderas salvajemente, restregando mis paradas nalgas contra su cuerpo.

Fue en ese preciso instante que sentí una de sus grandes manos enterrándose dentro de mi coño.

Yo gritaba como una loca en celo, pidiéndole más, y más, mientras que él no cesaba de meter y sacar su verga de entre mis nalgas.

No sé cuántos orgasmos disfruté en esos momentos, lo que sí sé es que, parecían que no íbamos acabar nunca.

Yo me quedé completamente agotada, acostada boca abajo, en mi cama, con mis piernas abiertas, al igual que mi culo, y mi coño chorreaba una gran cantidad de su semen.

El electricista, me dejó sobre mi cama, y cuando lo volví a sentir, fue para decirme que el problema de la luz ya estaba funcionando bien.

El tiempo en que me quedé en la cama, él arregló lo que tenía que arreglar. Yo me paré, y como cosa rara, ni tan siquiera busqué ponerme una bata encima, nos besamos, y dándome las gracias por el buen rato que ambos pasamos, me comentó que no me cobraría nada por el arreglo.

Yo en cambio le pedí que le pasara la factura a mi esposo, que de lo contrario seguramente él sospecharía, que no me llegase a cobrar nada.

Pero antes de marcharse, le pregunté con cierto aire de niña traviesa. “¿Estas casas son ya algo viejas, ¿verdad?” A lo que m amante me dijo que sí. “¿Y no es extraño que se dañen otras conexiones?”

Él se me quedó viendo, y de manera maliciosa me respondió. “En ocasiones es como si se contagiaran, y hay que cambiar toda la cablería una a una, y eso lleva tiempo.”

Sin más ni más nos volvimos a besar, y antes de marcharse le dije. “Acuérdate de decirle eso a mi esposo, cuando te pagué.”

De más está el decirles, que casualmente las cablerías de la casa ocasionalmente se han seguido dañando, y es el mismo viene bien rápido a arreglarlas.