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En realidad, ella es toda una puta y yo soy todo un cabrón. Me lo digo para no sentirme bien pendejo por dejar que esto siga sucediendo.

Cuando nuestra economía se puso bien malas, mi esposa y yo estuvimos a punto de perder nuestra casa, que tanto sacrificio nos había costado.

Cuando mi esposa se había quedado desempleada, mientras que yo, para mantener mi trabajo tuve que aceptar una reducción de mi sueldo.

Por lo que, hablando con mi esposa, y platearle la situación por la que atravesábamos, fue ella quien me dijo que, si no encontraba un trabajo formal, bien podía buscar otra alternativa o manera de generar un buen ingreso.

Lo que hasta esos momentos a mí no me pareció una mala idea, hasta que después de explorar varias alternativas, fue ella la que me comentó que una excompañera de trabajo se estaba ganado un buen dinero.

Lo que me emocionó bastante, hasta que me dijo. “En palabras finas, mi amiga se dedica a ser dama de compañía.”

Lo que, hasta ese momento, no me pareció mala idea, hasta que me dijo. “Pero vulgarmente hablando, se puede decir que ella, se gana la vida como puta fina.”

La verdad es que, yo no me esperaba eso, fue cuando al verme en silencio, me dijo. “Podemos perder la casa, y el auto, o yo me pongo a putear, tú que dices”

Lo cierto es que en ocasiones mi esposa y yo, de mutuo acuerdo y consentimiento habíamos participado de intercambio de parejas, por el solo placer de hacerlo.

Pero cuando continuó diciéndome lo mucho que ganaba su amiga, la verdad es que debido a la necesidad que estábamos atravesando, no me fue muy difícil el aceptar que ella se metiera a dama de compañía.

Claro que eventualmente llegamos a varios acuerdos, como: por ejemplo, no traer el trabajo a casa. No tanto por mí, sino porque no se fueran a dar cuenta los vecinos.

Además, nada de comentarios, o celos estúpidos por parte mía, y así fuimos poniéndonos de acuerdo, hasta que finalmente me tocó llevarla al lujoso edificio, donde su amiga, así como otras mujeres decentes, se dedicaban a ser putas finas.

Sin falsa modestia les puedo decir que mi esposa tiene aparte de un hermoso rostro, también tengo un buen cuerpo, además sabe cómo tratar a la gente, por lo que rápidamente, se hizo de una buena clientela.

Y si en efecto, lo que ganó en su primera noche, fue prácticamente lo mismo que lo que me ganaba yo en una quincena de sueldo.

Yo veo como se viste, con sus mejores ropas, de la manera más sensual y provocativa, tanto que, en ocasiones, hasta me lamento que no se quede a pasar la noche conmigo en la cama.

Pero como dicen, negocio es negocio, y algo que tenemos los dos es que somo muy profesionales en cuestiones de nuestros trabajos.

Al principio, ni preguntaba, ni ella me comentaba nada, por aquello de mantener un mutuo respeto en nuestra relación.

Pero algo de lo que me di cuenta fue que en las muchas ocasiones en que manteníamos relaciones sexuales, su capacidad de excitarme de iba en aumento.

Desde cosas tan simples y sencillas, como la que ella caminara de la cocina a la sala, para mí se convirtió en todo un espectáculo.

Viendo como movía sus caderas, como en ocasiones anda semi desnuda por toda la casa, provocándome que nada más de verla así me excite.

Y no se diga cuando estando en la cama y la penetro, sus gemidos, son tan expresivos, que con más gusto y placer le entierro toda mi verga, ya fuera por su depilado coño, o por su apretado culo.

En pocas palabras, mi esposa se ha ido convirtiendo en toda una puta profesional, un fin de semana que los dos habíamos ido a la playa.

Me asombré al ver, como tantos tipos la miraban, como con ganas de llevarla a la cama.

Cosa que lejos de molestarme, como que me hizo sentirse mucho más orgulloso de mi mujer, además, por su parte coquetea con todos, por su manera de mirar, de hablar, de moverse y hasta de actuar.

En el trayecto a casa, comenzamos a comentar lo sucedido, es decir del montón de admiradores que la observaban.

Al hablar de eso, por primera vez me comentó ligeramente algo sobre como algunos de sus ricos y poderosos clientes, actuaban con ella.

En esos momentos, no me sentí ni incomodo, ni molesto por ese comentario, sobre todo, cuando apenas llegamos a la casa, tras darse una ducha, se recostó sobre nuestra cama, separó las piernas.

Me preguntó en tono de broma, si yo quería que me contase lo que acostumbra a hacerle a unos de los principales gerentes del banco, para el que yo trabajo.

De inmediato le respondí que sí, fue cuando me puso de condición que a medida que me lo fuera contando, debía ir realizando todo aquello que ella me fuera describiendo.

Por lo que, me contó que aquel tipo en particular, lo que le encanta era ponerse a mamar su coño, sin tan siquiera quitarse la ropa.

Tal y como se encuentra vestido, con todo y traje, se pone a gatear sobre la cama, por lo que comencé a imitar, lentamente comienzo a acercar mi rostro a su depilado coño.

Al principio me dedica a olerlo profundamente, a medida que lo fui haciendo, el aroma que emanaba de su abierta vulva me fue embriagando.

Al punto que antes de que ella me siguiera indicando que debía seguir haciendo, tomé la iniciativa de ponerme a ir deslizando mi lengua por todo su coño.

Así seguí chupándole los labios de su vulva, así como todo su clítoris, que mordisqueaba gustosamente con mis dientes, provocando que ella disfrutase de un magistral orgasmo.

Posteriormente en otras ocasiones, me ha ido contando, ya sea como la ponen a mamar, por lo que se dedica primero ir pasando su lengua a lo largo de todo el miembro de su cliente.

Para poco a poco ir comenzando a lamer, y posteriormente a chupar su glande, para finalmente tragárselo por completo.

Pero cuando me cuenta de cómo le dan salvajemente por su coño o por su apretado culito, yo como que me transporto mentalmente, y mientras me describe con lujo de detalles el miembro del tipo que la está penetrando, voy visualizando todo, al mismo tiempo que comienzo a ir enterrándole toda mi erecta y dura verga, dentro de su coño.

O por su apretado culo, cuando no es que masturba algunos de sus clientes, colocando la verga de ellos entre sus tetas.

Lo cierto es que, en ocasiones, al ir escuchándola, contándome todo, a la vez me lo voy imaginando, y lo cierto es que lo disfruto tanto que, en ocasiones como esas, me he puesto a pensar que en realidad ella es toda una puta, y yo desde luego que soy todo un cabrón.

Ya que pienso que, si ella no lo hiciera por el dinero, de todas maneras, yo disfrutaría tanto, que me contase todo.

Así que gustosamente la llevo al edificio, y luego me marcho a casa, para posteriormente irla a recoger.

Aunque hay ocasiones, en que se queda tan exhausta y molida, que apenas llegamos a la casa, tras darse una caliente ducha, cae como un tronco.

En esos momentos si le hago alguna insinuación, sonriendo me dice. “Mi amor, ahora no, la verdad es que me han dejado molida” cosa que entiendo, y la dejo durmiendo.