11 Saltar al contenido

Mi esposo ignora que el vecino y yo somos amantes a sus espaldas

A mi esposo, y a mí nos habían invitado a una fiesta, en el Centro Comunal de la urbanización, pero como él, sin llegar a vestirse, se puso a ver la tele, por lo que le pregunté si me iba acompañar, o pensaba quedarse viendo unos videos porno, como de costumbre.

Como no me respondió de inmediato le dije que yo si pensaba ir, y que si él no me acompañaba iría sola.

Fue cuando se me ocurrió preguntarle ¿Si yo fuera más joven, me dejarías ir sola a la fiesta?, su respuesta fue un misero si, que desde luego no me convenció.

Es verdad que ya llevamos muchos años de casados, y supongo que él piensa que nadie se va a fijar en mí, quizás por mi edad, ya que pasé de los cincuenta, o quizás porque tengo unos kilitos de más.

Debido a eso quizás mi esposo piensa que nadie se va a fijar en mí, y mucho menos, que algún hombre desearía pasar una buena noche conmigo, en la cama.

Yo bien molesta, con mi esposo, por las cosas que no se atreve a decirme, pero que seguramente piensa, estuve a punto de tampoco ir a la condenada fiesta.

Pero finalmente decidí ir, por no darle en gusto de aguarme la noche, así que me probé varios vestidos, y finalmente me decidí por un fresco conjunto, de minifalda y blusa, algo informal, pero bastante revelador.

Aunque a él por lo visto, le hubiera dado lo mismo que yo saliera completamente desnuda, mi esposo se e apoltronó en su butaca que tiene frente al televisor, agarró el control remoto, para cambiar los canales, destapó una cerveza.

Como de costumbre se puso a ver sus porquerías de video, cosa por la que yo entiendo que él es un adicto al porno, aunque físicamente a la hora de la verdad no hace nada.

Mientras que yo salía de la casa, indignada por su manera de actuar, mentalmente le dije de todo, y hasta pensé que, si encontraba un hombre que me pusiera atención, me iba a ir a la cama con él.

Apenas llegué al Centro Comunal, la fiesta ya estaba prendida, y me di cuenta de que había un montón de hombres, que yo no conocía, quizás porque eran nuevos en la urbanización.

Apenas comenzó la música, casi de inmediato uno de esos hombres que yo no conocía, me sacó a bailar, era un tipo mayor, muy bien vestido, y muy simpático.

Prácticamente durante toda la noche, no dejó de bailar conmigo, así que a medida que seguimos bailando, él entabló una agradable conversación conmigo.

Y en cierto momento, me preguntó si yo era viuda o divorciada, pero cuando le dije que estaba aún a casada, y que mi esposo prefirió quedarse viendo la TV, antes que acompañarme a la fiesta.

Mi pareja se mostró bien sorprendido, diciéndome. “Como es posible que tu esposo te dejase asistir a esta fiesta, y no quisiera acompañarte. Con lo hermosa que eres, y lo atractiva que estas vestida.”

Yo la verdad, es que hasta me sonrojé por las tantas lindas cosas que comenzó a decirme, a partir de ese instante.

Yo no soy ninguna jovencita inexperta, me di cuenta de inmediato de cuáles eran sus verdaderas intenciones.

Lo que yo no podía creer, era que mientras mi esposo me menos preciaba, ahí conmigo estaba bailando un hombre que, a todas luces, estaba haciendo todo lo posible por acostarse conmigo.

Quizás lo que pensé al salir de casa me impulsó a seguir con el jueguito, o si fue la indiferencia de mi esposo, o el marcado interés que ese tipo mostraba en mí, aunque realmente en ese momento poco me importaba.

Al principio, me dije a mi misma. “No tomes ni una sola gota de alcohol, no sea que este tiburón se quiera aprovechar de la ocasión.”

Pero a medida que seguimos bailando, me sentía muy bien entre sus brazos, por lo que cuando a medida que fuimos bailando, al tiempo que no paraba de decirme lo bella, y hermosa que me veía, comencé a sentir sus caricias por casi todo mi cuerpo, no lo quise detener.

A medida que seguimos bailando, él discretamente comenzó a besarme, muy bien pude dejar todo por terminado en ese mismo instante, pero hacía tanto tiempo que ningún hombre me trataba de esa manera, que lo dejé que continuara diciéndome lo bien que lo estaba pasando conmigo, al tiempo que me acariciaba y besaba.

Antes de que la fiesta terminarse, fui yo la que de manera discreta, le propuse que fuéramos a su casa, ya que yo deseaba intensamente seguir bailando con él, pero sin tanta gente.

Lo que me encantó fue su respuesta y la manera tan discreta, en que prácticamente me dijo que deseaba acostarse conmigo.

En medio de todo yo estaba algo asustada, y hasta, estuve a punto de decirle que gracias, pero que me esposo me esperaba en casa, fue cuando me acordé de la manera en que me sentí menos preciada por mi esposo.

Además ya seguramente después de haberse bebido unas cuantas cervezas, ya como de costumbre, se había metido en la cama, y seguramente sin tan siquiera haberse dado un baño, ya que como yo no estaba para recordárselo, y lo más probable era que él ya estaría durmiendo roncando a pierna suelta.

Debido a eso, y nuevamente recordando como mi esposo me había hecho sentir, antes de salir para la fiesta, le dije que sí a mi pareja de baile.

Y sin que nadie se diera cuenta, ambos salimos del Centro Comunal, y nos encaminamos a su casa, que, por casualidad, resultó ser una de las dos propiedades, que colindan con el patio trasero de mi casa.

Él es divorciado, ya que según me dijo su mujer de la noche a la mañana se volvió una fanática religiosa. Al punto que cuando él procuraba mantener relaciones con ella, su esposa caía en unas crisis emocionales, diciéndole que ella no le podía ser infiel al Señor, su Dios.

Yo al principio no le creí eso, pero después de que, con el tiempo, nos fuimos conociendo más íntimamente, resultó ser cierto todo lo que me había contado.

Pero volviendo a lo que sucedió esa noche, apenas entramos a su casa, nos volvió a besar intensamente, sentí su lengua penetrando mi boca, sus manos acariciando mi cuerpo, y hasta lo caliente y duro de su miembro, aun por encima de la tela de su pantalón, presionando mi bajo vientre.

Apenas tomamos un respiro, me invitó una copa de vino, la que acepté gustosamente, al tiempo que puso algo de suave música instrumental bailable.

Desde luego que seguimos bailando, pero a medida que lo fuimos haciendo, sin decirle nada comencé a ir quitándome toda mi ropa.

Yo nunca ni tan siquiera había llegado a pensar que algo así me pudiera suceder, pero ya estaba más que decidida a serle infiel a mi esposo, por lo que, sin dejar de bailar, continué soltando mi corta falda, y quitándome la blusa.

Luego nos las fuimos arreglando para que yo terminase de quitarme el resto de mis prendas íntimas, hasta que finalmente quedé completamente desnuda entre sus brazos.

En ese momento me sentí algo avergonzada, quizás por mis tres o cuatro kilos de más, y que partes de mi cuerpo han perdido su firmeza.

Pero nuevamente mi pareja me colmó de bellos y hermosos cumplidos, diciéndome que él prefería a una verdadera, y experta mujer como yo, que esas jóvenes muñequitas de plástico, que no tienen ni idea de lo que es la vida.

Sus palabras me hicieron sentir como una verdadera reina, que digo una reina es poco, como toda una emperatriz.

Por un buen rato, yo bailé con él tal y como me encontraba, sin nada de ropa, entre sus fuertes brazos, sus hábiles manos, no dejaron de acariciar toda mi piel, su boca de besar todo mi cuerpo, y cuando me vine a dar cuenta, ya nos encontrábamos encima del del sofá.

Suavemente separó mis piernas, y cuando dirigió su rostro directamente a mi vulva, yo no lo podía creer, en mi vida mi esposo, nunca me había hecho algo así como eso.

Comencé a sentir sus labios, dientes, y desde luego su lengua, chupando, lamiendo, y hasta mordisqueando divinamente todo mi coño, en especial mi clítoris, arrancándome profundos gemidos de placer, hasta que al cabo de un rato disfruté de uno de los orgasmos más deliciosos, y profundos que en mi vida hubiera disfrutado.

Cuando separó su rostro de mi coño, ya se encontraba tan desnudo como yo, fue acercando su cuerpo al mío, mientras que yo me mantuve con mis piernas bien abiertas, esperando comenzar a sentir como su miembro se abría paso dentro de mi vulva.

Yo pensé que me moría, pero del placer que me provocaba el sentir toda su verga atravesando mi coño, él me apretaba contra su cuerpo, y su duro miembro penetraba una, y otra vez mi caliente coño.

Yo estaba más que consciente de todo lo que estaba haciendo, y cuando a medida que no dejaba de meter, y sacar su tiesa verga de mi coño, no sé cómo se me ocurrió pedirle que me diera por el culito, cosa que nunca he llegado hacer, ni tan siquiera con el marido mío.

Aunque en mi vida, hasta esos momentos, nunca lo había hecho por detrás, por lo que cuando él sacó su verga de mi coño, y la colocó sobre el ojete de mi culo, no les negaré que vi estrellas, pero bien valió la pena el dolor.

Ya que al tiempo que él me daba sabrosamente por el culo, una de sus manos se enterró dentro de mi coño, haciéndome sentir un profundo y loco placer, como nunca había sentido.

Esa noche hicimos de todo, y sin que él me lo pidiera hasta le mamé su verga un sin número de veces, llegándome a tragar su semen en más de una ocasión.

Ya había comenzado a despuntar el sol, cuando como pude me vestí, y acompañada por él llegué al patio trasero de mi casa.

Después de un profundo beso, y de un buen agarrón que le dio a mi coño, me di cuenta de que había dejado toda mi ropa íntima en su casa.

Apenas entré me fui quitando toda la ropa, entre al baño y me di una buena ducha. A todas estas, el bueno para nada del cornudo de mi esposo, hasta ahora ni cuenta se ha dado de que el vecino y yo somos amantes.