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Mi esposo creé que el vecino es maricón, jijijiji – sí como nooooo

Hace un mes más o menos, se mudó un nuevo vecino a la urbanización, no sé qué le vio mi marido, pero tras encontrárnoslo saliendo de casa, y saludarnos de manera cortés.

Al entrar, mi esposo me dijo. “Ese nuevo vecino, para mí como que es maricón.”

Yo no le hice caso, ya que en ocasiones mi esposo tiende hacer, juicios a la ligera, pero al encontrarme a la chismosa, mientras yo corría por el parque, más o menos me comentó lo mismo, pero usando unas palabras más finas, al decirme. “El nuevo vecino, me da la impresión de que es algo afeminado.”

Hasta esos momentos, ni tan siquiera me había fijado realmente en dicho vecino, pero tras escuchar a mi vecina la chismosa, decidí ponerle atención.

Además, la guardia de seguridad de la urbanización, cuando se refirió al nuevo vecino, dejó caer su mano con la palma extendida hacía arriba, dando a entender que el nuevo vecino era homosexual.

Y no es que yo sea chismosa, pero de momento me entró una gran curiosidad, por saber si al nuevo vecino, como decían, le gustaban los hombres.

Aunque cada vez que me lo encontraba haciendo ejercicio, su manera de mirarme, tan impersonal, realmente no me indicaba nada.

Precisamente en esos días, mi esposo decidió asistir a un retiro espiritual, de dos día, por lo que a mí se me ocurrió, invitar a nuestro vecino, la verdad es que no tenía, nada premeditado.

Simplemente cuando llegaba a casa del trabajo, al vernos en la calle, lo invité a cenar, con la excusa, de que como mi esposo había salido de viaje, y a mí no me gustaba cenar sola.

De inmediato aceptó, por lo que, en un dos por tres, calenté una pasta al pesto, y casi de inmediato nos la comimos, realmente nada me daba indicios de que el vecino era gay, o no.

En la sobre mesa, se me ocurrió brindarle algo de beber, pero en esos momentos la única botella abierta, era un whiskey americano, con un fuerte sabor a madera.

Él me agradeció el trago, aunque a pedido de él, le serví apenas un pequeño sorbo, mientras que yo, por dármelas de que sabía beber, me serví de más, y no contenta con eso, me lo bebí de manera bien rápida, mientras trataba se sacarle conversación a mi nuevo vecino.

Ya iría yo por mi tercer o cuarto trago, cuando, de seguro por lo mucho que había bebido, comencé a sentir un enorme calor por todo mi cuerpo.

En cierto momento se lo comenté a él, quien sin inmutarse me comentó, que por suerte yo estaba en mi casa, y si yo lo deseaba me podía poner más cómoda.

No sé si fue lo que dijo, o como lo dijo, pero la verdad es que mientras seguimos conversábamos sobre la administración de la urbanización, lo que me provocó fue quitarme la blusa.

Y ante su cara, con cierto asombro él fue viendo como sin dejar de hablar, me la quité pero a medida que seguimos charlando me fui desnudando por completo delante de él.

Yo seguí hablando, hasta por los codos, como dicen, mientras que el vecino, sin dejar de sonreír de manera picara, no dejaba de observar todo mi desnudo cuerpo.

Yo seguía bebiendo, y hablando sin parar, y de manera, pienso yo que seductora, frente a mi vecino, que no me quitaba los ojos de encima, mientras que inconscientemente comencé a acariciar mi coño.

Fue cuando él me comentó, que me veía muy tensa, y de inmediato se ofreció a darme un masaje en la espalda.

Cosa que yo acepté que hiciera, y en medio de la cocina, y mientras que yo seguía bebiendo, me pidió permiso para quitarse la camisa, ya que, según él, le era mucho más cómodo, darme los masajes de esa manera.

Desde luego que le dije que sí, y de inmediato tras quitarse la camisa, comencé a sentir sus firmes manos, sobre mi cuello por lo menos al principio.

El vecino continuó acariciándome la espalda, y cuando me vine a dar cuenta, también me estaba masajeando los muslos, las nalgas, mis senos, y hasta mi coño.

En esos momentos me propuso que continuásemos con los masajes en mi cama, por lo que yo de inmediato, le respondí que sí.

Por lo que nos dirigimos al dormitorio, yo iba caminando delante de él, moviendo mis caderas de la manera más puta que pude, mientras que yo sentía la mirada de mi vecino clavada en mis nalgas y mi coño.

Apenas llegamos al cuarto, no hice más que recostarme en la cama de mi marido y mía, cuando él continuó, acariciando todo mi cuerpo, incluso mis muslos y mis nalgas, así como también gran parte de mi coño.

Ya me estaba a punto de quedar dormida, cuando al entreabrir mis ojos, lo vi del todo desnudo frente a mí, dirigiendo su parada verga, directo a mi coño.

Al sentir como aquella cosa se fue deslizando despacito, dentro de mi vulva, yo algo avergonzada, le dije, en medio de mi borrachera. “Sabes que hay quienes piensan en la urbanización, que tú eres gay.”

Sin decirme nada, continuó penetrándome divinamente con su miembro, mientras que yo a pesar de lo borracha que ya me encontraba, disfrutaba del gran placer que él me producía.

Esa noche, el vecino hizo conmigo lo que le dio gusto y gana, ya que varias veces hasta me puso a mamar su miembro, cosa que yo hice con todo gusto, y al principio se lo lamía cual si fuera una barquilla de mantecado.

A medida que se lo seguí mamando, me lo fui tragando por completo, hasta que su glande llegó hasta mi garganta.

Luego, por un corto rato me comenzó a introducir sus dedos dentro de mi culo, al principio solo uno, luego dos y así sucesivamente hasta que me fue enterrando casi toda su mano.

Así que cuando me tenía enterrada toda su verga dentro de mi coño, sus agiles dedos hurgaban mi culo, y cuando comenzó posteriormente a darme salvajemente por el culo, una de sus manos la enterró divinamente dentro de mi coño.

Al siguiente día al levantarme de la cama, con ese extraño sabor en mi boca, un gran dolor de cabeza, y de culo, aun dando tumbos, me di una buena ducha, para nuevamente tirarme en mi cama, después de que llamé a mi trabajo, para decirles que me encontraba enferma.

Desde luego que, a mi esposo, no le he dicho nada, para mi esposo el vecino es maricón, y no pienso llevarle la contraria, sí es por mí que siga estando equivocado.