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El novio de mi mejor Amiga. Porque el Chapulineo se da también entre putas. Cap.8

Capítulo 8: Sexo, sexo, sexo

   Estaba decidida. Iba a hacerlo. No me importaba cuales pudieran ser las consecuencias, yo solo quería cogerme a Esteban. Era evidente que había una gran tensión entre los dos y que nos moríamos de ganas de estar con el otro. Las conversaciones y los comentarios eran muy poco sutiles, las miradas ya se hacían demasiado notorias y las ganas estaban a la vista. No podíamos estar ni siquiera dos minutos sin hablarnos y a él le encantaba hacer comentarios demasiado obvios sobre nuestro último encuentro y lo “bien que la habíamos pasado” refiriéndose a como me había hecho acabar con sus dedos. La semana se pasó volando y cuando me di cuenta era viernes y él me estaba invitando a “tomar algo” esa noche a su casa. Estaba decidida, iba a cogerme al novio de mi mejor amiga.

   Mariana poco me importaba. Nuestra relación se había degradado mucho a lo largo de ese último año y yo no tenía intenciones de remar algo que ella tampoco quería. Ya no me hablaba y de hecho tampoco le hablaba a Lorena, Julia o Belén, o solo lo hacía cuando necesitaba algo. De vez en cuando le escribía a Valentina, principalmente con la intención de saber qué hacía Esteban cuando ella no lo podía controlar, pero Vale se empezó a casar de eso y dejó de responderle. A él tampoco le importaba su novia y lo disimulaba muy poco. Nadie sabía por qué seguían juntos, pero lo hacían y parecía ser que era por el simple hecho de que a él le daba un poco de lástima. Alejandro, Lautaro y Tomás intentaban convencerlo de que cortara con Mariana, pero él decía que todavía la quería y que seguramente ya todo iba a pasar.

   Ese viernes estábamos en la última materia cuando de golpe me llegó un mensaje de Esteban diciéndome que quería hablar conmigo. Estaba sentado a unos pocos lugares de donde yo estaba, pegado a Flavio y Carla que prestaban atención a la clase. Giré para mirarlo y noté como me observaba con sus ojos marrones oscuros y me quedé helada con una sonrisita tonta apreciando su rostro. Natalia, que estaba atrás mío, me llamó la atención y cuando me di vuelta el profesor me había preguntado algo al darse cuenta que estaba distraída. “No sé” le respondí sin darle importancia y Nicolás terminó contestando la pregunta. Poco me importaba lo que pasara alrededor mío, solo quería una cosa.

   En realidad hubo algo que si llegó a afectarme y a importarme a lo largo de esa semana. El miércoles por la tarde me crucé a Germán, con quien no hablaba hace al menos una semana. Me saludó muy feliz y me dijo que se alegraba de verme, pero yo no supe que responderle. Esa misma tarde me mandó un mensaje para decirme que le gustaría volver a salir conmigo al menos como amigos, pues apreciaba mucho el tiempo que estábamos juntos. “Puede ser” le respondí yo sin darme cuenta en ese entonces que Germán me importaba y que lo que me había dicho me afectaba. El jueves y viernes no sucedió nada, sin embargo ese último día me volvió a escribir cerca de la noche para preguntarme si quería ir a tomar algo con él al día siguiente. “Mañana es sábado y sé lo mucho que te gusta tomar cerveza los sábados. Querés que vayamos a tomar algo?” me preguntó y a pesar de que me sacó una sonrisita, yo estaba en una situación que no podía responderle. Es que cuando me mandó el mensaje estaba en la casa de Esteban esperando que volviera del baño y con una calentura que me hacía arder todo el cuerpo.

   El viernes luego de la clase, el novio de mi amiga se me acercó para preguntarme si esa noche quería hacer algo con él. “¿Nosotros dos solos?” le pregunté haciéndome la tonta al ver que no invitaba al resto del grupo. Él me dijo que sí y que hacía rato quería invitarme a mí para “conversar sobre ciertas cosas”. Le pregunté sobre qué cosas pero él me dijo que no me hiciera la tonta e insistió con la invitación, algo que yo acepté sin dar vueltas. Esa tarde volví a mi casa, me bañé, me puse la ropa interior más sexy que tenía y tras cambiarme salí para la casa de Esteban. Él me estaba esperando para ir directo al grano, pero yo lo hice esperar un poco. Con una sonrisa algo morbosa que iba y venía constantemente, le esquivé todos los palazos que pude, pero cuando me propuso de ir a su pieza, no pude hacer otra cosa más que aceptar.

   Ni bien entramos a la habitación, Esteban me paró frente a su cama y colocando sus manos en mi cintura me comió la boca de un beso. Yo le devolví el beso y abrí mis labios para dejar que mi lengua se encontrara con la suya a medio camino. Pegó su cuerpo contra el mío y de golpe me encontré envuelta en sus brazos, en un beso que se hacía cada vez más caliente. De golpe me separé como pude de él y mirándolo a los ojos sin dejar de sonreír, le dije que tenía que saber que lo que estábamos a punto de hacer iba a traer consecuencias. “Tranquila Orne, es solo sexo” dijo tratando de quitarle importancia al hecho de lo que estaba a punto de pasar. Su confianza y comodidad me dio algo de risa y sonriendo le respondí:

   – ¡No Esteban! No es solo eso.

   – Sí Orne… ¡Es solo sexo, sexo, sexo!- Enfatizó él pronunciándolo cada vez más fuerte mientras me agarraba de las manos y me llevaba a la cama.

   No pude responderle, o simplemente no quise. Yo sabía que era más que eso y que de hecho iba a tener una gran repercusión a corto plazo. Pero poco me importaba en ese momento lo que podía llegar a pasar y solamente pensaba en lo que quería que sucediera. Dejé que me tirar en la cama y que se acostara encima de mí para volver a besarme de forma muy caliente. Sus manos empezaron a jugar mientras nuestros labios se encontraban una y otra vez de una manera única. El juego se volvía ardiente y nuestra piel empezaba a quemar por debajo de la ropa. Le saqué la remera y al ver ese cuerpo hermoso y bien trabajado supe que ya no había vuelta atrás.

   “¡Ay dios!” gemí cuando sus labios bajaron a mi cuello y me lo comió con ganas. Pude notar como una sonrisa se dibujaba en su boca para luego seguir besándome y calentándome de una forma increíble. Sabía de lo que era capaz y es por eso que le encantaba ese juego. Me besaba toda, me tocaba con ganas y me respiraba profundo en el oído para que pudiera sentir que estaba ahí. Por un segundo me detuve a pensar si de esa misma forma Esteban había calentado a Soledad, la amiga de Mariana con quien la había engañado hacía unas pocas semanas. Pero entonces borré ese pensamiento de mi cabeza y me dediqué a disfrutar de sus besos, que volvían a mis labios mucho más húmedos que antes.

   – ¡Que ganas tengo de cogerte!- Me dijo mirándome a los ojos y sentí mis piernas temblar.

   Me sacó la remera y fue directo a mis tetas, agarrándolas por encima del corpiño y besándolas por donde pudo. Yo sentía una calentura muy grande que iba creciendo en cada segundo. Cada beso, cada lamida y cada toqueteo de él sobre mi cuerpo me hacía excitarme mucho más y el deseo me crecía enormemente. Me desprendí del corpiño y le hice ver mis pezones bien duros por la calentura que tenía y Esteban los chupó a ambos para dejarlos totalmente mojados. Siguió bajando por mi cuerpo y se colocó entre mis piernas, abriéndolas de par en par y dejándome totalmente expuesta. El short que tenía me duró apenas unos segundos más y pudo apreciar la tanguita negra que me había puesto para calentarlo. “¡Sos hermosa!” dijo aunque en realidad me di cuenta que no estaba hablando de mi apariencia física.

   Me besó la pancita y la cintura por todos lados. Bajó hasta mis muslos y subió nuevamente a mis caderas yendo y viniendo por mi cuerpo, como si quisiera asegurarse que yo estuviera bien caliente. Cuando no se pudo aguantar más las ganas me sacó la tanga y me dejó totalmente desnuda y rendida a sus pies. Sus manos recorrieron desde mis tetas hasta mis piernas y uno de sus dedos rozó suavemente mi concha, haciéndome temblar por completo. “¡Mmm!” gemí con ganas mientras me mordía los labios y lo miraba a los ojos deseando que me diera placer con su boca de la misma forma que había visto complacer a su novia aquella noche en nuestras vacaciones. Esteban entendió todo y hundió su cabeza entre mis muslos para terminar de volverme loca.

   Utilizó su lengua en varias oportunidades para lamerme la conchita de abajo hacia arriba de forma lenta pero intensa. Cuando ya la tenía toda empapada, no me la sacó de encima y la empezó a mover suavemente hacia arriba y hacia abajo, abarcando mis labios por completo y llegando a mi clítoris en un vaivén de placer. Estiré una de mis manos y la apoyé sobre su nuca, entrelazando mis dedos con su pelo al mismo tiempo que él estiraba mis labios con los suyos. Volví a gemir, pero esta vez de forma más placentera y sin poder contenerme llevé mi otra mano hasta mis tetas para apretarlas con fuerza. Esteban ahora movía su lengua mucho más rápido y en todas direcciones, comiéndome la conchita con ganas y haciéndome vibrar la cintura mientras tanto.

   Tras varios minutos de darme placer oral, se levantó y se paró al lado de la cama. Mientras se sacaba lo que lo que le quedaba de ropa yo fui arrastrándome sobre las sábanas para quedar acostada con mi cabeza al lado del borde y poder tener acceso a su cuerpo. Ni bien se sacó el bóxer volví a ver esa enorme pija que había visto la noche que lo encontré teniendo sexo con su novia y no pude aguantarme las ganas de agarrarla con las dos manos y empezar a pajearlo. Levanté la vista y lo miré directo a los ojos, apreciando su carita de nene baboso que me miraba con ganas al mismo tiempo que lo masturbaba. ¡Era inmensa! Enorme y bien gruesa como la recordaba, ahora la tenía entre mis manos y estaba dispuesta a disfrutarla por completo.

   Hice lo mismo que él y la lamí de forma intensa al principio, recorriéndola con mi lengua desde la punta hasta la besa y volviendo a la punta toda roja. Lo hice varias veces, disfrutando de ese momento y de como él dejaba escapar unos gemidos que me encantaban. Cuando volví una tercera vez hasta la cabeza, abrí mis labios y me la empecé a comer hasta donde pude. Era tan grande que no me entraba toda y mis dos manos continuaban agarrándola. Fui moviendo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás, arrastrando mis labios por sobre su verga bien dura y mojada provocando que la boca se me llenara de saliva. Lo pajeaba mientras se la chupaba y a Esteban le encantaba. “¡Uff! ¡Así!” decía con voz sensual mientras que yo me deleitaba con esa enorme poronga que se ponía cada vez más dura.

   Aceleré el ritmo tras varios minutos y entonces sentía como me ahogaba cada vez que me la metía bien a fondo. La sabía empezaba a caerse de mis labios y mis ojos se llenaban de lágrimas, pero yo no quería parar de chupársela. Había escuchado a Mariana mil veces hablar de eso y la había visto comérsela hasta donde podía, por lo que estaba convencida en que quería darle a Esteban la mejor chupada de pija de su vida. Él la gozaba muchísimo, parado quieto en su lugar, inclinado levemente hacia atrás y mirándome fijo a la cara apreciando cada movimiento que hacía. Con mis manos lo seguía pajeando y con mi lengua le chupaba la cabecita cada vez que llegaba a la punta antes de volvérmela a tragar toda.

   Envueltos en una ola de calor agobiante, buscó un preservativo en su mesita de luz y se lo puso mientras que yo me acomodaba en el centro de la cama. Abrí mis piernas para que él se colocara encima de mí y volvimos a besarnos de forma apasionada, en un beso súper baboso pero muy caliente. Con mis manos y mis piernas envolví su cuerpo para hacerle saber que no lo iba a dejar ir en ningún momento, aunque seguramente él no quería alejarse. Entonces apoyó su verga en mi conchita y poco a poco me la fue metiendo hasta que la tuve toda adentro. Sus ojos se clavaron en los míos, nos miramos unos segundos y sonreímos pues sabíamos muy bien que los dos estábamos deseando eso con ganas.

   El primer polvo se pasó tan rápido que apenas nos dimos cuenta que había terminado. No se confundan, Esteban me hizo acabar de una forma increíble casi enseguida, pero los dos estábamos con tanas ganas de cogernos que fue muy feroz y violento. Luego de hacer el misionero, me pidió que me ponga en cuatro y tras unos chirlos como los que me había dado hacía unas pocas semanas, me hizo acabar logrando mojarme toda. Después de eso, él me empezó a coger de forma brusca y violenta hasta acabar en un golpe seco que me dejó toda su pija adentro. Duró poco, sí, pero nuestra primera vez fue una violenta descarga de deseos y que solo había abierto la puerta para lo que se venía.

   Yo fui al baño primero, a limpiarme un poco y secarme la transpiración de una cogida bien feroz. Esteban fue después y mientras lo esperaba recibí el mensaje de Germán que me invitaba a hacer algo el día siguiente. No pude contestarle, no quería. Por más que estaba tentada de aceptar su invitación, no podía pensar en algo con él mientras estaba desnuda en la cama de otro chico esperando que volviera para cogérmelo otra vez. Apoyé el celular en la mesa de luz justo a tiempo para ver a Esteban entrar de nuevo a la habitación con su verga semi dura y después a hacerlo de nuevo conmigo.

   Se subió a la cama y volvimos a los besos y al manoseo intenso para calentarnos una vez más. Pero la calentura nunca se había ido, por lo que los besos duraron muy poco y en un dos por tres yo estaba acomodada entre sus piernas chupándole la pija de nuevo. Se le puso al palo en tan solo unos segundos, pero se la seguí saboreando para disfrutarla un ratito más, pues me volvía loca los gemidos de placer que largaba cada vez que me ahogaba con ella. Cuando se la dejé toda baboseada y apuntando al techo, me acomodé encima de él y fui sentándome suavemente hasta que esta había entrado por completo a mi cuerpo.

   Apoyé mis manos en su pecho y moviéndome suavemente para adelante y para atrás empecé a cogérmelo yo a él. Podía apreciar su caria de pendejo baboso y calentón que me volvía loca y como su mirada iba desde mi conchita abierta hasta mis tetas que se balanceaban junto a mi cuerpo. Esteban colocó sus manos en mi cintura y las fue moviendo por toda mi piel, abarcando mis piernas y mi pecho. Yo seguía yendo y viniendo sobre su cintura, a un ritmo lento pero constante y disfrutando de cada momento. “¡Ay sí!” dejé escapar un gemido y entonces él me lo devolvió haciéndome saber que estaba disfrutando muchísimo de eso.

   Pero la calentura que teníamos era tan fuerte que ninguno de los dos pudo aguantarse las ganas. Yo empecé a moverme cada vez más rápido hasta dejar que mi cintura se descontrolara sobre la de Esteban y él hizo lo propio subiendo y bajando sus caderas. Nos cogíamos con ganas, mientras nuestras manos recorrían el cuerpo del otro y sentían el calor de su piel. “¡Así Orne! ¡Cogeme!” me dijo él y yo obedecí empezando a saltar sobre su cuerpo y cayendo con golpes feroces que provocaban que me clavara toda su concha. Sentía como todo mi cuerpo se mojaba y como mis piernas vibraban más fuerte con cada golpe que daba. No podía creer lo que estaba pasando, era demasiado bueno para ser real. Sin embargo, el segundo orgasmo de la noche me hizo darme cuenta de que lo que estaba viviendo era totalmente real.

   – ¡Ay sí!- Grité como loca y caí rendida sobre su cuerpo para besarlo mientras jadeaba de forma acelerada.

   Esteban no perdió el tiempo y volvió a ponerme en cuatro para colocarse una vez más detrás de mí y metérmela bien a fondo. Agarrándome de la cintura, me empezó a coger tan fuerte que no tuve tiempo a acomodarme y dejé que los gritos salieran de mi boca. “¡Ay sí! ¡Ay sí! ¡Ay por favor! ¡Ay sí!” gritaba como loca sin caer en la cuenta de lo mucho que me estaba gustando que me cogiera de esa manera. Esteban me tenía agarrada de la cadera como si de garras se tratasen sus dedos y me azotaba con total violencia haciéndome sentir su pija por completo adentro de mi conchita empapada. Mis manos se aferraban a las sábanas y la removían de su lugar, pues cada golpe que él daba contra mi cola, provocaba que me moviera hacia adelante.

   Entonces un chirlo cayó sobre mis nalgas y pude sentir como esta se incendiaba. “¡Ay!” protesté por el dolor que este me había provocado, pero mi amante sabía muy bien que me había gustado y que estaba deseosa de recibir más. Un segundo chirlo volví a golpearme y nuevamente sentí mi cola arder con la marca de sus dedos. Mientras me seguía cogiendo, me siguió castigando la cola una y otra vez, a veces más fuerte y a veces más suave, pero siempre ocupándose de abarcar la mayor cantidad de piel que podía. Tras unos minutos así, sentí como me ardían las nalgas pero lo mucho que disfrutaba de ello valía la pena. “¡Qué hermoso culo que tenés!” me dijo Esteban dando una última cachetada y agarrándolo con ambas manos al mismo tiempo que me clavaba su pija bien a fondo.

   Nos paramos y él se sentó en la silla de su escritorio, dejándome lugar para que me sentara encima. Colocándome de frente a él y con una pierna a cada lado de la silla, volví a sentarme sobre su cuerpo disfrutando de como su verga entraba por completo adentro mío. Era increíble lo mucho que gozaba de aquella pija gigante y bien gruesa que había deseado desde hacía tanto tiempo. Agarrándome de la cola, Esteban me ayudó a moverme hacia arriba y hacia abajo y volví a cogérmelo con ganas, saltando sobre su cuerpo una y otra vez. Gemía de placer mientras lo abrazaba por encima de los hombros. Él observaba mis tetas subir y bajar frente a su cuerpo y les pasaba la lengua cada vez que podía. “¡Así! ¡Me encanta!” me decía y me volvía loca el tono de su voz gruesa que penetraba mis oídos y me calentaba aún más.

   Como pude, empecé a saltar más fuerte, apoyándome con la punta de los pies y cayendo de forma violenta sobre su cuerpo. Con cada salto que daba me clavaba la pija y entonces sentía que estaba a punto de acabar de nuevo. Clavé mis uñas en su espalda y fui gozando cada segundo de ese momento. Esteban me miraba como loco, me lamía las tetas y me besaba los pezones apreciando lo loca que me había puesto de golpe. Cada caída era más feroz que la anterior y cada vez que su pija entraba por completo en mi conchita empapada yo gritaba como loca, haciéndole saber que se venía un orgasmo increíble.

   Pero en esa oportunidad él quería hacerme acabar y sujetándome firme de la cola, me levantó y me llevó hasta la cama que estaba a unos pasos. Me acostó contra el borde y quedando el parado sobre el piso, empezó a cogerme fuertemente, moviendo su cintura hacia adelante y hacia atrás. Su actitud de hombre fuerte y su ímpetu al momento de darme placer, me hicieron acabar en un tercer orgasmo que me dejó gimiendo y jadeando como loca. Esteban no se detenía y cada pijazo que daba era un segundo más de disfrute para mi cuerpo. Entonces él acabó por segunda vez y fue nuevamente dándome un duro golpe y dejándome la totalidad de su pija adentro de mi concha y llenándomela de semen.

   – ¡Que caliente que me ponés!- Me dijo estirando una de sus manos y metiendo su dedo gordo adentro de mi boca para que yo lo chupara entero.

   Sacó su pija de mi cuerpo y pude sentir como la leche caía de mi cuerpo, pero yo todavía estaba tan caliente que no pude aguantarme las ganas. Giré ahí mismo, sobre el borde de la cama y me puse en cuatro levantando mi cola para que él pudiera apreciarla. Todavía me ardía de todos los cachetazos y sentía lo rojo que estaba, pero disfruté muchísimo cuando me pegó una nueva cachetada y se lo hice saber con un gemido. Estiré una de mis manos por debajo de mi cuerpo, recogí parte de la leche que me caía por las piernas y la llevé hasta mi culito para untarlo en su semen. “¡Cogeme la cola, Esteban! ¡Cogemela toda!” le rogué con voz de puta y aún gimiendo.

   Con la pija todavía dura, esteban apoyó la cabeza sobre mi culito lleno de leche y empezó a hacer fuerza para abrírmelo despacio. Tardó un ratito, pues este estaba muy cerrado y él la tenía muy ancha, pero con ayuda de más lechita y un poco de saliva, sentí como su verga enorme me penetraba por detrás. Sujetándome de la cintura, empezó a moverse lentamente hacia adelante y hacia atrás, gozando de como mi culito se iba abriendo a su paso. “¡Ay sí!” volví a gemir yo que estaba totalmente excitada y con ganas de más. Él no podía creer lo puta que me había puesto, pero todo era gracias a su enorme pija y a la forma violenta y excitante en la que me cogía.

   Cuando ya tenía la colita bien abierta, empezó a acelerar sus movimientos, siempre cuidando de no hacerme mal. No me la metía toda, pero gran parte de su pija entraba en mi cuerpo y me hacía ver las estrellas de placer. Yo gemía y gemía como loca, gritándole a la pared de en frente y disfrutando al máximo de como mi amante me hacía gozar. Una de sus manos recorrió toda mi espalda y me hizo sentir la yema de sus dedos desde los hombros hasta la cintura y luego me azotó las nalgas para volver a dejarme la cola ardiendo de placer. Yo estaba toda excitada, completamente mojada y acabada, con la concha y las piernas llenas de semen y con el culito recibiendo su pija una y otra vez. Era la chica más feliz del mundo.

   Poco a poco nos fuimos cayendo sobre la cama y yo terminé acostada boca abajo y con el cuerpo de mi amante encima de mí. La penetración era bien profunda y sentía como su pija entraba y salía de mi culito una y otra vez. Yo estaba muy excitada y no podía aguantar los alaridos de placer, gritos que sonaban cada vez más fuerte. Esteban me cogía con ganas, metiendo y sacando su verga de mi colita y haciéndome sentir el peso de su cuerpo sobre mi espalda. “¡Ay sí! ¡Voy a acabar! ¡No pares! ¡Rompeme el orto!” le grité desesperada sin caer en la cuenta de lo que decía y Esteban me terminó cogiendo tan fuerte que el cuarto orgasmo de la noche fue el mejor de todos. Él también acabó y llenándome el culo de semen se desplomó sobre mi cuerpo jadeando muy rápido.

   – ¡Sos increíble, Orne! ¡Me volvés loco!- Me confesó y yo no pude evitar una sonrisa.

   Nuevamente volvimos a hacer el turno de baños, esta vez tarando un poco más pues tuve que meterme en la ducha para sacarme todo el semen que mi amante me había dejado en todo el cuerpo. Esteban se metió conmigo tras unos segundos y luego de limpiarnos el cuerpo, volvimos a los besos y al toqueteo que hicieron que su pija se pusiera dura nuevamente. Salimos de la ducha y mientras él se terminaba de secar, yo volví a la pieza y sin razón alguna, agarré mi celular y le respondí a Germán. “Bueno, acepto tu invitación. Pero solo salir a tomar algo, nada más” le escribí y rápidamente me contestó que eso era más que suficiente para él. Eso iba a ser al día siguiente e iba a ser una cita que iba a volver a cambiar todo. Pero en ese momento yo pensaba en el novio de mi ex mejor amiga, quien entraba desnudo a la pieza y con la pija golpeando sus piernas.

   – Sexo, sexo, sexo, dijiste antes.- Le recordé parándome frente a él y abrazándolo por encima de los hombros.- Ya hicimos dos… Nos faltaría una tercera vez.- Aclaré y le comí la boca con ganas de empezar de nuevo.