
Desde que ya era adolescente, mi papá comenzó con su cantaleta, de lo importante que era que llegara virgen a mi boda.
Pero cuando ya había cumplido los dieciocho conocí al que hoy es mi esposo, en ese tiempo nos comprometimos llevábamos saliendo unos cuantos meses, cuando me pidió que le demostrase que yo de verdad lo amaba.
La verdad es que cuando me pidió que yo le tocase su miembro, no vi nada malo en ello. Si lo sentí caliente y bien duro, y esa misma noche terminé masturbándolo.
Luego a los pocos días me pidió que lo dejase que me acariciara mi coño, al tiempo que lo masturbaba, y lo fui dejando que lo hiciera.
De eso pasamos a que se lo mamase, y posteriormente al mismo tiempo el me mamaba el coño divinamente.
El detalle de todo eso, es que yo quería llegar virgen a nuestra boda, no tanto por él, sino más bien por mi papá, que a diario me recordaba que ese era el mayor tesoro de una mujer joven era su virginidad, cosa que por más que constantemente mi novio me pedía, el miedo a lo que fuera a decir, o hacer mi papá era mucho mayor.
Pero un día, mi novio insistió tanto, y tanto que, en esa salida, terminé dejando que me diera por el culo. Cosa que al principio me dolió, pero que después me gustó tanto, y tanto que en muchas, y repetidas ocasiones, lo volví a complacer.
Y así todos contentos, sobre todo mi papá que cada vez, que me decía. Lo orgulloso que se sentía de mí, porque llegaría virgen a mi boda, yo le respondía afirmativamente.
Pero en una ocasión en que regresamos a casa, los dos sabíamos que tanto mi mamá, como mi papá se encontraban fuera, y que no regresarían de inmediato, mi papá regresaría el sábado en la noche, y mi mamá que visitaba a mi abuela regresaría el lunes.
Así que dejé que mi novio entrase a casa, comenzamos a besarnos, a tocarnos, y poco a poco nos fuimos quintando ambos la ropa, hasta que nos quedamos completamente desnudos.
Yo pensaba que como de costumbre cuando se nos presentaba la oportunidad, mutuamente nos mamaríamos, y finalmente yo lo dejaría que me diera por mi apretado culito.
Pero entre los besos, las caricias, los abrazos, y las mamadas, de momento me encontré con toda la verga de mi novio dentro de mi coño.
Lo cierto es que me gustó y mucho. Por lo que después de que me desvirgó, creo que fui la mujer más feliz del mundo, razón por la cual esa noche lo repetimos, un sin número de veces, hasta que ya ambos no pudimos más.
El sábado en la mañana mi novio, me dijo que pensaba adelantar nuestra boda, para lo más pronto posible. Y que no le hiciera el menor caso a mi viejo, que si me volvía a decir que se sentía muy orgulloso de mi le respondiera lo de costumbre, y ya.
Pero yo conociendo a mi viejo, sabía que apenas me dijera que se sentía sumamente orgulloso de mí, por mi forma de actuar, de responderle, o quizás nada más por la manera de mirarlo, se daría cuenta de inmediato, de que yo ya no era virgen.
Y la verdad es que no quería escucharlo decir lo importante que era que yo llegase virgen a mi boda. Me la pasé gran parte del sábado pensando que hacer, cuando de momento se me ocurrió una idea.
Mi papá llega los sábados de la hacienda, pero antes se detiene en el bar a compartir con algunos amigos, y luego ya algo borracho llega a casa.
Por lo general cuando no está mi mamá él sigue bebiendo, va a mí cuarto, para asegurarse que estoy dormida, y si estoy despierta, se pone a darme la lata de siempre sobre la virginidad.
Así que, en lugar de estar en mi cuarto lo esperé en el sofá de la sala con mi pijama de siempre, me había puesto los pantis más chiquitas y apretadas que encontré, y un viejo sostén de cuando tenía 17 años, que me queda bien apretado, y hace que mis tetas se vean más grandes.
Cuando a eso de las doce de la noche, sentí que mi papá había llegado, me tiré sobre el sofá a leer, con mis piernas bien abiertas.
Al buen rato lo escuché subir por las escaleras, y casi de inmediato abrió la puerta de mi habitación, con un trago en la mano, como de costumbre.
Cuando mi papá me vio así acostada boca abajo sobre el sofá de la sala, supuestamente leyendo, sus ojos parecían salirse de las orbitas. Pero no me dijo nada, sobre la ausencia de mis pijamas.
Es más, sin quitar los ojos de mis nalgas apenas tomó asiento a mi lado, como de costumbre. Yo de inmediato me di la vuelta, haciéndome la inocente, como de costumbre le pedí la bendición, y tras responderme me comenzó, como de costumbre a hablarme sobre la importancia de la virginidad.
Mi papá tenía ya varios tragos encima, ya que cuando bebe de más, su lengua se le enreda con facilidad, sus ojos no dejaban de ver lo que podía de mi depilado coño, y cuando comenzó a decirme que el honor de una mujer joven lo representaba su virginidad, yo sonriendo asentí con la cabeza.
Mi papá continuó diciendo, que había muchas chicas que llegaban a su noche de boda sin ser vírgenes, y que eso era un grave error.
A pesar de lo enredado que hablaba, yo le entendía, y esperaba que se me presentase una ocasión para actuar, según mi plan.
Cuando por cuarta, o quinta vez volvió a decirme lo orgulloso que estaba de mí, como ya lo tenía planeado le respondí. “Papito lindo y querido, si quieres comprobar que aun sigo siendo virgen puedes hacerlo.”
Mi papá se me quedó viendo de pies a cabeza, sin decirme nada, rápidamente con ambas manos me quitó los pantis, cosa que yo no me esperaba, de inmediato separó mis piernas.
De momento, y para mi mayor sorpresa, lo vi como dirigió su cara directo a mi coño, y con su lengua, y sus labios comenzó como loco a chupar mi clítoris.
Mi idea era, provocarlo para que él tratase de violarme, y tras darle un buen empujón salir corriendo a mi cuarto. Pero como no me esperaba que comenzara de esa manera, me agarró desprevenida.
Por lo que a medida que fui sintiendo su boca, sus dientes, y su lengua chupándome divinamente todo mi coño, no se qué me pasó que me volví loca, y deseé intensamente que no se detuviera.
Al grado que cuando disfruté de aquel sabroso orgasmo que me produjo, al mismo tiempo de mi coño salió un fuerte chorro, cosa que en ese momento ignoraba que eran los fluidos de mi propia vagina.
Pero casi de inmediato, mi papá a pesar de lo borracho que se encontraba se medió levantó y en un dos por tres se bajó el pantalón.
Yo estaba bien asustada, y creo que hasta pude haber echado a correr, pero al ver su parada verga entre sus manos, me quedé sorprendida esperando a ver que ocurría.
Sentí como de golpe me penetro, fue la sensación más rica que haya disfrutado en mi vida, y aunque sabía de sobra que se trataba de mi viejo, lo disfruté al máximo.
Ya con su gruesa, y dura verga dentro de mi bien lubricado y caliente coño, comencé a pedirle de forma apenas audible que se detuviera, en ese momento creo que se lo pedí como dos o tres veces, al mismo tiempo que comencé a mover mis caderas como nunca lo había hecho.
Mi papá no decía nada, se concentró en seguir clavándome toda su verga una y otra vez. Al tiempo que yo restregaba mi coño contra su cuerpo, y gemía como una loca, pidiéndole que me diera más duro.
Su boca buscó la mía, introduciéndome su lengua dentro de mi boca, por un buen rato, para luego sin dejar de meter, y sacar su verga de mi sudado coño, dedicarse a chuparme las tetas.
Esa noche mi papá aun con lo borracho que estaba, después de que se vino por primera vez, agarrándome por el pelo me obligo a mamar su verga, y cuando nuevamente se le volvió a poner bien dura, sin compasión alguna, hasta me dio por el culo.
A la mañana siguiente cuando se despertó, completamente desnudo y sobre mí. Pareció volverse loco, preguntándome que era lo que él había hecho.
Yo haciéndome la víctima, sollozando le dije en parte lo que había sucedido, claro que no le dije toda la verdad.
Él vio mi pijama manchada de sangre, se alteró más todavía, aunque realmente era algo de iodo que intencionalmente derramé, sobre mi pijama, una vez que me fui a lavar el coño.
En ese instante le dije, que cuando me vio en la sala como de costumbre, leyendo en el sofá, como si estuviera fuera de sí, me saltó encima, me arrancó el pijama, y aunque llorando, traté inútilmente de pedirle que no me hiciera daño, y de ofrecerle resistencia.
Pero debido a su gran fuerza no pude evitar que fácilmente me arrancase mi pijama, dejándome completamente desnuda, Y aunque traté de defenderme, al final no me quedó más remedio, que sumisamente dejar que él me hiciera lo que se le antojó hacerme.
Mi papá se llevaba las manos a la cabeza, y repetía una y otra vez. “Yo desvirgué a mi hija, no puede ser.” Yo lo calmé, y le propuse que no dijéramos nada a nadie, que todo fue culpa del alcohol, que bueno y sano yo sabía que él no me hubiera hecho eso, y que ese sería nuestro secreto,
El lunes apenas regresó mi mamá, mi novio que ignoraba todo lo sucedido entre mi padre y yo, se presentó en nuestra casa a pedir que adelantásemos la boda, el primero en decir que si fue mi viejo, que siempre había dicho que debíamos esperar.
Desde ese día, mi papá más nunca volvió a tocar el tema de la virginidad, ni ha emborracharse y, además, para nuestra sorpresa y la de mi madre, el viejo nos regaló una de sus casas como regalo de boda.