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Amor de madre. El único amor verdadero. La mujer que te limpio el culo y soporto tus pedos y pendejadas. Ahora esta dispuesta a abrir las piernas para ti. FINAL

– Claro que puedo cogerte de nuevo! Las veces que quieras mi amor!
– Ese es mi novio! Jaja Vení, haceme tuya!


Me puse arriba de ella otra vez, pero ahora levanté sus piernas. Qué fácil era moverla con lo liviano y pequeño que era su cuerpo!


Levanté un poco su culo y la penetré despacio. Quería disfrutar del roce lento de su interior inflamado y lubricado. Bombeé unos minutos a un ritmo tranquilo pero me cansé igualmente. La saqué y miré su concha colorada con semen cayendo. Me percaté que aun no había tocado su otro agujero. Unté un dedo con mi propia leche y metí la punta.


– Puedo jugar con este agujerito?
– Ay… sí, soy toda para mi hombre! Metelo todo, pero despacio.
Hice exactamente eso, sintiendo como su culo apretaba mi dedo, acostumbrándose a esa invasión. Lo moví un par de veces afuera y adentro. Resbalaba bien. Quise meter un

segundo dedo pero encontré bastante resistencia.
– Aaahh! Noo! No seas tan malo!


La imagen de ella retorciéndose y mis dedos forzando su entrada me calentó más allá de mis límites. Sin importarme nada más, me puse a lamer y succionar sus pechos hasta dejar rojos sus pezones. Mabel gemía y gritaba mientras mis dedos continuaban hundiéndose en su culo. Bajé y chupé su concha con desesperación. La mezcla de sus jugos con los míos la hacía más deliciosa.


– Agh aah aahh! Me estás volviendo locaaa!
No quería que acabara aún, así que la solté un momento y la miré toda agitada. Puso cara de cachorrita y miró a los ojos.
– Aaah… que me vas a hacer?
– Te la voy a meter en el culo! Dije yo, tratando de sonar dominante y seductor a la vez.
– Ay, me lo querés comer?
– Sí!
Se dio vuelta y se arrodilló.
– Te gusta mucho mi culito?
Tenía un culo espectacular, mi pija latía ansiosa.
– Siii!
Se separó las nalgas mostrando su agujerito.
– Le vas a pasar la lengüita primero?
– Obvioooo!
Me abracé a sus nalgas y le clavé la lengua todo lo que pude, dejando saliva para lubricar bien. Cuando ya se me secó la boca, me acomodé y apoyé la punta.
– Hacemelo con amor Juancito… que hace tiempo que no entra nadie por ahí!
– Sí mamita!
– Ay sí! Como me calienta que me digas así!
– Te voy a meter la pija, mamita!
Empujé apenas y el glande y un parte del tronco desapareció en su culo.
– Aaayy hijitoooo! Que linda pija me das!
– Y ahora te la voy a meter toda mamita!
Como lo dije lo cumplí. Metí el resto de la pija. La lubricación y la calentura ayudaron mucho. Me quedé unos segundos quietos, disfrutando de esa sensación nueva para mí.
– Aaah siii… entró toda! Ahora movete mi amor!
Empecé un movimiento suave. Sacaba la mitad y volvía hasta el fondo. Estuve así un minuto eterno, maravillado con la sensación de tener toda la pija envuelta.
– Mmmm… Se un buen hijo… Rompeme el culooo!
– Sí mami!
La saqué toda, salivé bien la cabeza y volví a meterla. Entró de una embestida. Ahora le daba con ganas. Agarré sus nalgas y la clavé sin piedad. El placer era enorme.
– Ay… si… si… si… bebé… Te gusta romperle el culo a mamita?
– Sii!
– Me vas a dar tu leche? La quiero bien adentro!
Sus palabras fueron demasiado para mi inexperto pene. Eyaculé como nunca.
– Siii aaaaaahh!
– Aaahh como te sale tanta aunnn? La siento muy calienteeee!
Saqué mi pija y un montón de semen salió de su culo. No pude reprimir una sonrisa de satisfacción. Me sentía un hombre afortunado.


Descansamos, luego nos duchamos juntos. Nos fuimos a dormir sin dejar de besarnos.
Al día siguiente le propuse que nos mudásemos juntos y seamos un pareja en toda ley. Ella se abrazó a mi cuello y me llenó de besos.


Unos meses después estábamos teniendo sexo salvajemente, cuando me dijo:


– No estoy tomando mis anticonceptivas…
– Y yo no uso preservativos nunca…
– Te gustaría… acabar adentro?


Me lo dijo mirándome a los ojos con un brillo especial en su mirada. Me excité aun más. Por toda respuesta aceleré el ritmo de mis embestidas y la besé con desesperación. Ella levantó más las caderas, aumentando la profundidad de la penetración. Nuestros orgasmos no se hicieron esperar.


– Aay mi amor, estás tan adentrooo… voy a acabaaarrr! Aaaayyyy!
– Yo también! Yo también! Te acaboooo!
Llené su interior, clavándola bien al fondo mientras temblaba por las descargas.
– Ahhh… Me calienta la idea que puedas embarazarme…
– Y si es más que una idea?


Mabel me miró con una sonrisa enorme y me besó.


Los días siguientes aprovechaba cada oportunidad para cogerla y acabar adentro. Lo hacíamos en la cama, en la cocina, en la ducha y en el sillón de la sala de estar. Nunca desperdiciaba una gota. Todo iba al fondo de su útero.


Un mes después, con lágrimas de alegría me dijo:


– Lo lograste! Felicidades… papá!