«Pero las chicas de hoy en día deben conocer todos los movimientos», dijo, levantando y reorganizando los trozos de pechuga de pollo en la sartén caliente.
Sonreí un poco, negando con la cabeza. «No, en absoluto. Es decir, apenas tengo experiencia con ellos, pero… por lo que veo ya eres mucho más experta que la mayoría».
«¿En serio?», dijo ella, sorprendida, volviéndose a mirarme por primera vez. «¿Por qué dices eso?»
Los ojos de Lori se fijaron en mí de una manera que me volvió gelatina por dentro. Chispeantes y hermosos, son ojos que a menudo parecen buscar un camino dentro de mí, y cuando me golpean con su magia no puedo ser más que honesto con ella. Son ojos que chupan la verdad.
«Ninguno de ellos ha querido hacer… vale, esto es embarazoso», dije. «Supongo que te lo diré. Nunca he hecho el estilo perrito, sólo he tenido dos mamadas risiblemente malas, obviamente nunca garganta profunda. Nunca he hecho sesenta y nueve. Una vez en vaquera. Eso fue divertido».
Me di cuenta de que Lori estaba asombrada y probablemente quería soltar un grito de «¡Oh, Dios mío!» con una carcajada, pero su buena educación la mantuvo contenida. Dijo: «¿Has intentado hacer todas esas cosas y te dicen que no?».
«Apenas tengo oportunidad de hacerlo», dije, sintiéndome avergonzada. «Supongo que lo he intentado un poco, pero más o menos puedes saber lo que hará una chica».
Ella asintió como si entendiera. «Es bueno que no… fuerces el tema, pero algunas chicas simplemente… necesitan… dirección».
Me pregunto si parte de la magia en sus ojos en ese momento era por las hormonas que aún fluyen en su sangre por los profundos orgasmos que había tenido. Se veía suavemente sexy de una manera que habría derretido al hombre más frío.
«¿Hablando de hacer películas?» Dijo Robert. Me entregó a mí, y luego a Lori, nuestras bebidas: manhattans de color ámbar en vasos de balón, adornados con giros de cáscara de naranja.
«Estábamos hablando de dirigir», dijo Lori. «Evan es bueno en eso, ¿no crees?»
Rob asintió. «Sabe lo que es sexy, eso es seguro».
Miré a Lori como ella me miraba a mí, nuestras bocas curvadas en tenues sonrisas, nuestros ojos brillando, diciendo la verdad.
Comimos fuera, en la mesa junto a la piscina. Lori seguía con su bata, una cómoda de diario, pero se había quitado las zapatillas de casa, burlándose de nuevo de mí con sus pies desnudos. No sé qué tiene una mujer con los pies descalzos. Muchas de las chicas del porno llevan tacones altos durante el sexo, o zapatillas de deporte si se trata de una «colegiala», pero creo que es mucho más sexy cuando están descalzas. No creo que las mujeres que ven porno quieran que sus estrellas masculinas lleven zapatos cuando follan, ¿verdad?
La bata de Lori ya no estaba ceñida; se había aflojado durante la última media hora a medida que su timidez disminuía. Cada vez había más picardía en sus ojos suavemente sexys, mientras su hermoso escote coqueteaba con mis ojos. Podía sentir que poco a poco se iba haciendo cargo de lo que había hecho arriba, de lo que había hecho delante de mí, y que poco a poco se iba enorgulleciendo de ello. Eso es lo que parecía, al menos.
Yo también me sentía más cómodo con ello. Ayudaba el hecho de que Rob estuviera tan bien con ello. Parecía muy feliz, confiado, sonriente y relajado. Sabía que él era el perro alfa y yo el cachorro jadeante. La mujer era suya, y sólo había una. No parece un fanfarrón, pero lleva una pulsera de oro en una muñeca y un reloj caro en la otra. Conduce un Audi A7, un fastback elegante, ancho y bajo, pero es gris, no rojo llamativo. Es un educado y humilde perro alfa, si sabes a qué me refiero.
La cocina de Lori fue increíble. En sólo media hora había preparado una tanda de pollo a la parmesana, aparentemente de la nada, picando, friendo, hirviendo y salteando. Estaba tan bueno como cualquier comida de restaurante que haya probado. Bebimos vino rosado frío con la cena, en vasos sencillos, como siempre imagino que hacen los italianos. Lori se relajó aún más en la mesa y se puso risueña, y su escote suelto y movedizo me puso la polla dura. No quiero exagerar el aspecto «amoroso», porque no soy un experto en los múltiples significados de esa palabra, pero me llegó. Hubo un momento, cuando casi habíamos terminado de cenar, hablando de cosas sensuales, en que sus ojos calientes buscaron los míos y dijo: «¿Hacemos más? ¿Esta noche?»
Sentí un cosquilleo en todo el cuerpo, desde los dedos de los pies hasta los pelos de la cabeza. «Sí, si queréis», dije. «Depende de ustedes».
«Creo que deberíamos nadar primero», dijo ella, haciéndonos saber a Robert y a mí que se apuntaba a otra sesión. «Hay un traje de baño arriba que puedes usar».
«Está bien, iré a la casa a buscar el mío», dije. «No es que esté lejos».
Ella negó con la cabeza. «Te traeré el de arriba. Quiero que lo lleves toda la noche».
Miré a Robert y se encogió de hombros. «Parece que el director está siendo dirigido», dijo.
Después de recoger los platos de la mesa, Lori volvió a meterse los pies en sus peludas zapatillas y se fue arrastrando los pies hacia arriba.
Seguí a Rob hasta su bar y preparó unos manhattans para después de la cena para todos nosotros.
Lori regresó unos minutos después, con su bata aún más suelta, apenas cerrada. «Aquí tienes», dijo, lanzándome un traje de baño que pesaba como un gramo. «Puedes ponértelo en el baño. Rob, ¿quieres subir conmigo y cambiarte?»
«Uh oh, ese lo conozco», dijo Rob, mirando la pequeña prenda de color rojo oscuro en mi mano. Me di cuenta de que estaba pensando, preguntándose.
El «uh oh» de Rob resonó en mi cabeza en cuanto pude ver bien el fino mechón de spandex satinado y suave que Lori esperaba que llevara. Era como algo que se vería en un stripper masculino. Me pregunté si sería un regalo de broma que le había hecho a Rob, o tal vez algo juguetón para el día de San Valentín. Por un momento pensé que se trataba de unas bragas de mujer, pero en la parte delantera había una bolsa. Le di la vuelta y la parte trasera no era tal. Era un tanga.
Para cuando mi cerebro en cámara lenta estaba a medio camino de entender lo que estaba pasando, Lori se había ido y Rob la seguía. Las únicas preguntas que podía hacer estaban dentro de mi cabeza. ¿Quiere que me ponga esta cosa? ¿A plena luz del día? ¿Y quiere que me lo deje puesto cuando hagamos la siguiente escena? Todo se puso en marcha en mi mente y supe una cosa con certeza: ¡era una locura! Sabía que se me pondría dura en todo momento, probablemente incluso desde el momento en que la viera bajar las escaleras en bikini. Ya se me estaba poniendo dura sólo de pensar en todo ello. Sacudí la cabeza y dije «no» en voz alta a la habitación vacía. Pero Lori lo deseaba y, como decían en las viejas películas, soy un pringado de esa dama. Decidí que mi única posibilidad de modestia era ponerme el minúsculo «tanga de hombre» de inmediato y estar en la piscina antes de que ella apareciera. El agua fría templaría las cosas, me mantendría suave. La segunda parte del problema, la de ponérmelo mientras me follan, bueno, tendría que encontrar la manera de evitarlo cuando llegara el momento.
Fue un reto entrar en la cosa. Estaba, digamos, excitado, y tenía prisa. Parecía un idiota cachondo casi desnudo cuando troté hasta la piscina y me metí en ella.
El sol seguía saliendo pero estaba bajo en el cielo, tiñendo el patio con una luz amarillenta y sombras de aspecto cálido. Los fotógrafos la llaman «la hora dorada» porque hace que todo sea hermoso. En ella caminaba Lori con los pies descalzos, sus grandes pechos rebotando en su bikini color agua, el que no controlaba sus ya excitados pezones. Dios, me encantan sus pezones. El sol bajo proyectaba sombras sobre ellos.
Robert salió por la puerta unos instantes después, vestido con uno de sus habituales trajes de baño. «Olvidaste tu bebida, cariño», dijo, entregándosela. A mí también me trajo la mía. Es un tipo tan agradable. Me pregunté si el tema de mi ridículo tanga de hombre había surgido cuando los dos estaban arriba. Debe haber sido así. Robert sabe lo que es, cómo funciona. ¿Cómo puede estar de acuerdo con que lo lleve puesto? Ni siquiera está hecho para nadar; es ropa interior tan fina como una capa de pintura, que telegrafía el terreno de la virilidad de un hombre como un mapa topográfico. Debe pensar que tengo una fortaleza loca para contener una erección. ¿No sabe que eso no es posible para un tipo como yo cuando Lori está cerca?
Bajó los escalones de la piscina hasta el agua y me di cuenta de que no la había visto nadar con el bikini de color aguamarina. Se metió en el agua y salió barriendo el agua de su brillante pelo con las manos, y unas areolas grandes, mágicas y oscuras asomaron a través de la tela de la parte superior del bikini, rodeando perfectamente sus puntiagudos pezones. Era uno de esos trajes que deberían etiquetar como «peligroso cuando se moja». Murmuré unos cuantos improperios en voz baja, porque la visión de ella los merecía y porque se me estaba poniendo dura y el pequeño tanga que llevaba no ayudaba en nada. En todo caso, la «segunda piel» plumosa y fácilmente extensible de su bolsa me estaba excitando aún más. A medida que mi erección crecía dentro de su mimoso abrazo, la maldita cosa se sentía casi como un coño.
«Oh, el agua se siente bien esta noche, ¿verdad?», dijo Lori. Tomó su bebida en la mano y se dirigió hacia mí, unos instantes en los que me hizo desear que el agua de la piscina no fuera tan confusamente cristalina. «Hablemos de bañarse desnudo», dijo, con un aspecto tranquilamente feliz.
«¿Por qué?»
«Porque quiero hacerlo», dijo, golpeándome con esos ojos brillantes de nuevo. «Lo has hecho, ¿verdad?»
«Creo que lo estoy haciendo ahora mismo», dije, sonriendo avergonzado.
Ella miró en el agua mi dureza apenas vestida, y dijo: «Quítatelo si no te gusta. A Robert no le importará».
«No, estoy… bien», dije.
Lori sonrió. Esta vez me tenía contra las cuerdas, y me di cuenta de que le encantaba.
«Robert tenía un barco cuando lo conocí. ¿De qué tipo era, cariño?»
«Un Cobalt de dieciocho pies», dijo, sentándose en la mesa no muy lejos del borde de la piscina, con su bebida en la mano. «Un bonito y pequeño barco de esquí».
«Nos bañábamos desnudos todo el tiempo en ese entonces», dijo Lori. «Nos anclábamos solos y nadábamos. Pero luego llegamos a que, si aparecía otro barco, nos j
But then we got so that, if another boat showed up, we’d just climb the ladder and dry ourselves with them looking. I still remember how exciting it was.»
«Tell him about skiing, hun,» Rob said.
«I was thinner before the kids, but…still busty. He talked me into water skiing topless one day, and then he pulled me right past a bunch of fisherman.»
«No way!» I said, smiling my surprise.
«I never told him, but…I loved it.»
«I knew that,» Rob said. «You never could hide your thoughts very well.»
Lori blushed and looked at me with embarrassment, sparkle eyes, lust, and everything else in her arsenal. It was the moment I realized she wanted to fuck me. She glanced down at my problem between my legs, and up into my eyes. Desire was written all over her face.
I know what you’re thinking, but here’s the thing — I also knew it couldn’t and wouldn’t happen. But oh man, it sure was nice to think she wanted it as much as I did. There was something comforting about it, knowing we were on the same page.
«Would you ever ski topless again?» I asked. «I could buy a boat.» I smiled and she did too, but her smile blew mine away. Ear to ear. So beautiful.
«Yeah, brother. Do it,» Robert said. «She’s loving having a director, and I’m loving her lovin’ it; you know what I mean?»
I think I did know what he meant, and it reassured me. Not enough that I’d feel comfortable walking around with a boner in the stupid little man panties she’d given me to wear, but I was getting there.
We all chatted for a while and Rob refilled our drinks. Every once in a while Lori lowered herself shoulder deep in the water and stood up again, refreshing the bikini’s see-through translucence and re-energizing her nipples. It was awesome. She smiled each time, looking down at herself to check on the magic of her sexiness. One time she said, «Not bad for an old gal, huh? Should I admit I feel better about myself than I have in years?»
«Why don’t you tell him about it, hun,» Robert said. «He’s a kind soul.»
Lori took a deep breath. «After the kids both moved out…have you heard of empty nest syndrome?»
I nodded. «I’ve heard of it, but, what is it?»
«It’s when children grow up and move away,» she said. «Parents, especially women, can get really depressed about it. Like really depressed. It doesn’t happen to everybody, but…it knocked me down good. They call it clinical depression.»
«She was in a sorry state for many years,» Robert said.
«He was my rock,» Lori said, looking at him. «I couldn’t ask for a better guy. We didn’t even have sex for, what, two years?»
«Three.»
«See what I mean?» she said. «That’s a good husband, to go through that. He stuck with me, even when I did my best to convince him I was butt ugly. I was certain I was. In my head it was like, my kids ruined my body, the least they can do is live with me for the rest of my life. But, to give you the short version, our sex life was a non-entity. My therapist thought worry about another pregnancy was part of it, so I had my tubes tied and Rob had a vasectomy. It seems strange that that would help, because I wanted kids around the house, but Rob was done with that and I don’t blame him. We’ve got two great kids and that’s enough. Our first grandchild is on the way. We’re blessed, really. Anyway, I’ve been coming out of the depression the last two years, finally feeling really good this spring and summer, and now you’re here, and…I feel sexy and…just…excited about it. It goes way beyond even when I was younger. I’ve never felt as sexy as I have this past week.»
«I feel like I should buy you a car or something, Ev,» Robert said to me. «Her shrink got way more than that.»
Lori looked at me like I was a true friend, and I hope she knew I felt that way about her, too. She went all the way under the water, arched backward like a baptism, and she swept the flowing water out of her shiny hair when she stood up, proud of posture, with her big tits gloriously there. «It sucks we have all these houses around,» she said. «We could skinny dip, maybe every day.»
«I told you, hun, we can do it anyway,» Rob said. «I doubt if anybody’d grumble much.»
Lori was looking at me when Rob said it, his words giving her that faint, curling smile that I love to see. She set her drink down on the pool’s edge, and her sparkle eyes looked happy when she reached for the ties on her bikini top. Still looking at me, she said, «We’ve only got one neighbor who can see really good, and I don’t think he’ll mind. In the daytime maybe we should keep it to just topless.»
The hopes I’d had of keeping my cock soft and inconspicuous were dashed in an instant. The sun’s golden hour light beamed its glow on milky white breasts and tan lines galore. And those nipples, fully aroused, looked as though they were begging for a warm lick and a toothy nibble.
«You know,» she said, settling into the water to float on her back, «when the creepy guy lived in your house I wanted to plant a tree. Rob said it would take too long. That’s your bedroom up there, right?»
«Honey, have a little compassion,» Rob said, shaking his head happily at his sexy wife. «You’re gonna tease the poor guy to death. We men can only take so much, you know.»
«Evan will tell me if it’s too much, right Evan?»
«I can take it,» I said, smiling.
Lori smiled and she went underwater. Big bubbles came out of her mouth and she squatted on the bottom of the pool, facing me. She didn’t come any closer but I could see her quite clearly through the moving surface of the water. Her eyes were open, looking at my crotch, seeing how I looked in her husband’s Valentine’s Day wrapping. She came up smiling, with water cascading down her naked breasts, dripping off her nipples and the big fleshy curve below them. I was plenty hard, and I guess she liked it.
–
We went up to their bedroom a little while later, and yes, I was still wearing nothing but the little pouch-front underwear thingie. Here’s how Lori got me to do it…
«Evan needs another drink, hun.»
«I’m on it,» Rob said to her.
And then that happened again.
So, now that we’re up to speed, and you see that I wasn’t kidding when I said I don’t hold my liquor like they do, the story resumes in their bedroom, for the evening session…
«I can’t believe how cute you look in that,» Lori said to me, as she stood casually by the bed.
«So why are you giggling?» I said. «And ‘cute’? Is that really what a guy wants to hear?»
Lori giggled some more. Maybe she didn’t hold her booze as well as I thought she did. Rob looked like he was buzzing pretty good, too. I think all of us downed our last two drinks faster than our usual drinking speed, eager to get back to ‘work.’
Lori’s giggling continued. I said, «I’m not cute. I’m soft and I’m pale. That’s the first two lines of my college alma mater, by the way.»
Lori laughed so hard she snorted. It was adorable.
She gathered herself and said, «You got a cute butt, though. For real.»
She wasn’t looking at my butt. Her eyes were lingering on the dark red spandex that was nearly as thin as a latex condom, watching as my cock grew, and grew, and grew, stretching the yielding pouch in a most indecent way. Now, I’m not huge, but for a moment I felt like a Greek god when I stood there in front of her, with my hard manhood barely swathed in the red color of life’s blood. Did I mention Lori was still topless as she stood there? Yup, she got out of the pool that way, toweled off that way, sat at the table for a while that way, and climbed the stairs to her bedroom that way, with two horny men following close behind.
«Pale and soft, huh? I’ll give you pale, but you’re definitely not soft,» she said, winking at me.
«Good one, hun,» Rob said. «I swear to God, though, you’re gonna make him crazy.»
«I’m pret-ty sure he likes it,» she said, smiling, making herself fully nude by taking off her bikini bottom with an ass-up bend at the waist even though she could have just untied it. Yup, we were all feeling the booze. She turned to me, twirling the still-warm bikini on her finger. «How do want my handsome husband to fuck me tonight? Hmm?»
«In the mouth,» I said, without hesitation.
Lori’s eyes opened wide, and she smiled with surprise. «Wow!» she said. «You’ve got a vision! «
I did, and my face told her it was a serious one. I’d been dying to see her on her back, with the soft flesh of her big tits spilling off her sides. I love seeing big tits that way, curvesome and bulging. I always want to lick that outer curve and feel the firmness of it against my tongue.
«Rob, wet your hair and towel it off,» I said. «Get it like it was earlier. Lori, yours is about right, we just need to place it. Let me look on my camera monitor and see how it was.»
«I’m on it,» Rob said, disappearing into the bathroom.
«I wanna see,» Lori said, scurrying over to where I was. She stood so close I could feel the heat radiating off of her naked body onto my virtually naked body, heat that carried her subtle perfume straight to the center of my brain. We both looked at the small screen on the back of the camera. I cued up a scene and fiddled with the buttons, but I jumped back in time a little too far, to when Lori was face down on the bed, being pummeled mercilessly by Rob’s big cock. There was no sound, just a tiny little silent movie.
«Oh my God,» she said, as we watched it for a few moments. «That whole thing was one big orgasm,» she said quietly. «I swear to God.»
I fiddled with the buttons and the video moved forward in time to the aftermath, with Lori dazed and happily dreamy looking. I paused it on a freeze-frame that showed her hair.
«I should try and have that look on my face when we start, right?» she said. «I guess that’s where the acting comes in.»
«It’s not that important, but, yeah, if you want to.»
«Fix my hair,» she said. She straightened her posture and thrust her big tits out toward me, silently daring me to brush my arms across her aroused nipples as I worked. I did, of course, but only because I knew she wanted me to, and her beautiful nipples responded with even more vivacity. It was awesome, for both of us I think.